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Las bombillas «blancas» que emiten luz a longitudes de onda más cortas son mayores supresores de la producción corporal de melatonina que las bombillas que emiten luz amarilla anaranjada, ha revelado un nuevo estudio internacional.

La melatonina es un compuesto que ajusta nuestro reloj biológico y es conocido por sus propiedades antioxidantes y anticancerígenas.

El estudio investigó la influencia de diferentes tipos de bombillas en la «contaminación lumínica» y la supresión de la melatonina, y los investigadores recomendaron varias medidas que deberían tomarse para equilibrar la necesidad de ahorrar energía y proteger la salud pública.

«Al igual que existen reglamentos y normas para los contaminantes ‘clásicos’, también debería haber reglamentos y normas para la contaminación derivada de la luz artificial nocturna», afirma el Prof. Abraham Haim, director del Centro de Investigación Cronobiológica Interdisciplinaria de la Universidad de Haifa y socio israelí de la investigación.

El estudio, realizado por Fabio Falchi, Pierantonio Cinzano, Christopher D. Elvidge, David M. Keith y Abraham Haim, se ha publicado recientemente en el Journal of Environmental Management.

Ya se sabe que la luz artificial «blanca» (que en realidad es luz azul en el espectro, emitida a longitudes de onda de entre 440-500 nanómetros) suprime la producción de melatonina en la glándula pineal del cerebro. También es conocido el hecho de que la supresión de la producción de melatonina, responsable, entre otras cosas, de la regulación de nuestro reloj biológico, provoca trastornos de conducta y problemas de salud.

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En este estudio, realizado por astrónomos, físicos y biólogos del ISTIL- Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica de Italia, el Centro Nacional de Datos Geofísicos de Boulder (Colorado) y la Universidad de Haifa, los investigadores examinaron por primera vez las diferencias en la supresión de la melatonina en varios tipos de bombillas, principalmente las utilizadas para la iluminación exterior, como las farolas, la iluminación de carreteras, la iluminación de centros comerciales y similares.

En la primera parte del estudio, de carácter analítico, los investigadores, basándose en diversos datos, calcularon la longitud de onda y la producción de energía de las bombillas que suelen utilizarse para la iluminación exterior. A continuación, compararon esa información con las investigaciones existentes sobre la supresión de la melatonina para determinar el nivel de supresión de la melatonina de cada tipo de bombilla.

Teniendo en cuenta la necesidad de iluminación artificial en las ciudades, así como la importancia de las bombillas de bajo consumo, el equipo de investigación tomó como punto de referencia el nivel de supresión de la melatonina por parte de una bombilla de sodio de alta presión (HPS), una bombilla que emite luz amarilla anaranjada y que se suele utilizar para la iluminación de calles y carreteras, y comparó los datos de las demás bombillas con éste.

De esta comparación se desprende que la bombilla de haluro metálico, que emite una luz blanca y se utiliza para la iluminación de estadios, entre otros usos, suprime la melatonina a un ritmo más de 3 veces mayor que la bombilla HPS, mientras que la bombilla de diodo emisor de luz (LED), que también emite una luz blanca, suprime la melatonina a un ritmo más de 5 veces mayor que la bombilla HPS.

«La actual migración de las lámparas de sodio, ahora ampliamente utilizadas, a las lámparas blancas aumentará la supresión de la melatonina en humanos y animales», afirman los investigadores.

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Los investigadores hacen algunas sugerencias concretas que podrían alterar la situación sin sumir a nuestro mundo en la oscuridad total, pero ante todo, afirman que es necesario entender que la luz artificial crea «contaminación lumínica» que debe ser abordada en los ámbitos de la regulación y la legislación.

Su primera sugerencia, por supuesto, es limitar el uso de la luz «blanca» a los casos en que sea absolutamente necesario. Otra sugerencia es ajustar las farolas para que su luz no se dirija más allá del horizonte, lo que reduciría considerablemente la contaminación lumínica. También aconsejan no «sobreiluminar», utilizando sólo la cantidad de luz necesaria para una tarea, y, por supuesto, simplemente apagar la iluminación cuando no se utilice – «Igual que todos apagamos la luz cuando salimos de la habitación». Esta es la primera y principal forma de ahorrar energía», afirman los investigadores.

«La mayoría de las regiones italianas cuentan con legislaciones para reducir el impacto de la contaminación lumínica, pero aún carecen de una regulación sobre el espectro emitido por las lámparas. A menos que la legislación se actualice pronto, con la tendencia actual hacia fuentes como los LED blancos, que emiten una enorme cantidad de luz azul, entraremos en un periodo de elevados efectos negativos de la luz nocturna sobre la salud humana y el medio ambiente. Los fabricantes de lámparas no pueden alegar que no conocen las consecuencias de la luz artificial por la noche», afirma el Dr. Fabio Falchi, del ISTIL.

«Como primer paso en Israel, por ejemplo, la Institución de Normas de Israel debería obligar a los importadores de bombillas a indicar claramente en sus envases qué longitudes de onda produce cada bombilla. Si la longitud de onda influye efectivamente en la producción de melatonina, es una información que debe darse a conocer al público, para que los consumidores puedan decidir si compran esta iluminación o no», afirma el profesor Haim.