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A todos nos gusta llorar de vez en cuando. Estadísticamente, las mujeres lloran al menos 47 veces al año, mientras que los hombres lo hacen unas siete veces al año. Pero la razón exacta por la que lloramos sigue siendo un misterio. Esto es lo que se sabe sobre la ciencia del sollozo.
Primero, el enrojecimiento. El ojo humano necesita oxígeno y nutrientes, que son proporcionados por pequeños vasos sanguíneos. Normalmente éstos son prácticamente invisibles, pero cuando los vasos se dilatan, fluye más sangre a través de ellos, lo que hace que el ojo se vuelva rojo. Cuando lloramos, las glándulas lagrimales de nuestros ojos generan una mayor cantidad de líquido (lágrimas). Para producir estas lágrimas, el líquido se lleva desde el suministro de sangre a las glándulas, lo que agranda los vasos. La hinchazón de los ojos se produce porque las lágrimas contienen mucho sodio (sal). La sal hace que el cuerpo retenga agua, lo que hace que la piel alrededor de los ojos se vea hinchada.
Sin embargo, esto no explica por qué toda la cara tiende a hincharse un poco una vez que se ha activado el sistema de agua. La razón es un poco más complicada y tiene su origen en el sistema nervioso simpático, la parte de nuestro sistema nervioso que se activa en situaciones de estrés. Cuando experimentamos peligro, ira o miedo, experimentamos una respuesta de «lucha o huida»; nuestras pupilas se dilatan, nuestros músculos se tensan y nuestro ritmo cardíaco aumenta. Llorar provoca una reacción similar, aumenta nuestro flujo sanguíneo y pone en tensión los músculos faciales. El resultado, por desgracia, es un rostro de aspecto enfermizo, miserable e inconfundiblemente hinchado.
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