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Cómo el entrenamiento de fuerza puede ayudar a las personas con diabetes

Los científicos analizaron los efectos del entrenamiento de fuerza en el tejido hepático y descubrieron que el ejercicio reducía la grasa del hígado en un 25-30% y disminuía el número de proteínas que causaban inflamación. Aunque los beneficios eran significativos, los ratones del grupo de ejercicio seguían teniendo un 150% más de grasa hepática que los ratones que seguían una dieta equilibrada.

«Todo el mundo sabe que el ejercicio físico ayuda a controlar las enfermedades. Nuestra investigación se centra en cómo y por qué es así, en los mecanismos implicados. Si logramos descubrir una proteína clave cuyos niveles suben o bajan con el entrenamiento, habremos dado un paso hacia el desarrollo de fármacos que imiten algunos de los beneficios del ejercicio físico», dice el profesor Moura.

Para evaluar estos mecanismos, los investigadores analizaron los beneficios del ejercicio sobre el control de la producción de glucosa por el hígado, también llamada gluconeogénesis hepática. Administraron piruvato -el principal sustrato que utiliza el hígado para producir glucosa- a los ratones para evaluar su tolerancia.

Los resultados mostraron que los ratones que hicieron ejercicio produjeron menos glucosa que el grupo de obesos sedentarios aunque recibieron la misma cantidad de piruvato. Estos resultados sugieren que el entrenamiento de fuerza provocaba alteraciones metabólicas que hacían al hígado más sensible a la insulina.

El equipo también investigó cómo el ejercicio reducía la grasa del hígado analizando «la expresión tisular de los genes asociados a la lipogénesis (síntesis de ácidos grasos y triglicéridos, que contribuye a la acumulación de grasa) y a la lipólisis (descomposición de los lípidos para su uso como fuente de energía por el organismo).» Los resultados mostraron una tendencia a una mayor acumulación de grasa en el hígado en los ratones sedentarios.

Este estudio demostró que el entrenamiento de fuerza producía beneficios en el tejido hepático que no estaban relacionados con las contracciones esquelético-musculares. Los investigadores plantearon la hipótesis de que una proteína llamada clusterina podría desempeñar un papel en la comunicación entre los músculos y el hígado. Si otras investigaciones confirman esta hipótesis, el equipo podría probar tratamientos con alternativas sintéticas.