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Los mayores problemas del mundo están interconectados. Así es como podemos resolverlos esta década

Hace dos décadas, la gente de todo el mundo recibió el nuevo milenio con un creciente sentimiento de optimismo. La amenaza que suponía la Guerra Fría se desvanecía lentamente en el espejo retrovisor. Destacados pensadores como Francis Fukuyama pregonaban los beneficios de la globalización, diciendo que traería democracia y prosperidad al mundo en desarrollo. La incipiente economía de Internet prometía acercarnos más.

Los 20 años siguientes hicieron desaparecer en parte la suposición de un progreso constante, pero cuando los historiadores del futuro evalúen el siglo XXI, es probable que el año 2020 sea el momento en que estalle la burbuja del optimismo. La pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto una compleja red de problemas interconectados que se han transformado en una crisis en toda regla. El coronavirus puso al descubierto los peligros de la pobreza endémica no sólo en el mundo en desarrollo sino también en países ricos como Estados Unidos, donde millones de personas carecen de asistencia sanitaria y están a un cheque de vivir en la calle. En todo el mundo, las minorías raciales y étnicas han exigido justicia tras siglos de discriminación estructural. Entretejido en todo ello, el clima de la Tierra es cada vez más inestable, lo que supone una amenaza existencial para la sociedad humana tal y como la conocemos. En la próxima década, las sociedades se verán obligadas a enfrentarse a esta maraña de desafíos o a verse abrumadas por ellos. Nuestra respuesta definirá el futuro durante las próximas décadas.

El reconocimiento de que estos retos están fundamentalmente relacionados no es nuevo. Activistas y académicos llevan muchos años señalando los efectos en cascada de diversos males sociales. Los ejemplos son interminables: el racismo contribuye a los malos resultados sanitarios o la discriminación de género perjudica el crecimiento económico. Pero esta comprensión también ha llegado a la conversación sobre las soluciones.

En particular, durante los últimos cinco años, la ONU ha promovido 17 objetivos de desarrollo sostenible interrelacionados, objetivos para construir un mundo más viable, y ha hecho un llamamiento para alcanzarlos antes de 2030. Los objetivos, que abarcan el progreso medioambiental, social y económico, no son vinculantes pero se han convertido en puntos de referencia clave para los compromisos a nivel nacional y empresarial. Países como China o las Maldivas, así como empresas como Amazon, Microsoft y PwC, se han comprometido a poner en marcha durante la próxima década políticas que les lleven a eliminar sus huellas de carbono.

La comprensión de que estos problemas requieren soluciones holísticas no ha hecho más que crecer en medio de la pandemia y sus consecuencias. El presidente Joe Biden se ha referido a cuatro crisis urgentes -la pandemia, la crisis económica, la injusticia racial y el cambio climático- y ha prometido un impulso para abordarlas todas juntas. El programa de la Unión Europea para sacar al bloque de la crisis de COVID-19 se centra en el cambio climático, al tiempo que incorpora las preocupaciones sobre la equidad. Cuando los mercados bursátiles se dispararon el año pasado, las instituciones con billones de dólares en activos exigieron que sus inversiones ofrecieran no sólo un buen rendimiento para sus carteras, sino también un buen rendimiento para la sociedad.

Todos estos acontecimientos y muchos más han creado nuevas oportunidades para ideas audaces. Estas nuevas formas de pensar vendrán de los líderes gubernamentales, sin duda, pero también de los activistas, empresarios y académicos. Aquí, nuestros ocho miembros inaugurales del comité 2030 ofrecen sus propias soluciones específicas, y en ellas, quizás, las semillas del optimismo del siglo XXI.

Esto aparece en el número del 1 de febrero de 2021 de TIME.

Escribe a Justin Worland en [email protected].