¿Son el Estado del Bienestar y la distribución realmente tan malos para la economía? Efectos del altruismo recíproco, la rivalidad entre consumidores y el segundo mejor
Los países democráticos con una desigualdad sustancial y en los que la gente cree que el éxito depende de las conexiones y la suerte inducen el apoyo político a los tipos impositivos altos y a los estados de bienestar generosos. La sabiduría tradicional es que tales políticas perjudican a la economía, pero no hay muchas pruebas de que los países con un gran estado de bienestar y una redistribución sustancial tengan peores resultados económicos y de bienestar. Una razón importante es que los gobiernos han tenido cuidado de invocar los principios de reciprocidad y obligaciones mutuas en el diseño del estado de bienestar. Las prestaciones de desempleo condicionadas a la experiencia laboral, la ausencia de mala conducta y el esfuerzo de búsqueda perjudican menos a la economía. De hecho, las prestaciones condicionadas pueden incluso impulsar el empleo en una economía con salarios de eficiencia. Una segunda razón es que la gente se preocupa por los ingresos relativos y se siente infeliz si otros ganan y consumen mucho más que ellos. Esto explica por qué la gente no parece ser más feliz, aunque las sociedades sean cada vez más ricas. Con esta rivalidad entre consumidores, el gobierno desea corregir la carrera de ratas, aunque no haya necesidad de redistribución, gravando el trabajo. Una tercera razón es que en las economías modernas existen muchas distorsiones y eliminarlas de una en una puede empeorar los resultados económicos. Por el contrario, el aumento de la progresión fiscal en economías con mercados laborales no competitivos induce a la moderación salarial e impulsa el empleo. Una última razón es que los países con grandes estados de bienestar suelen introducir también diversas políticas favorables al crecimiento.