En la Edad Media, cuando empezamos a tomarnos en serio la propiedad y el derecho, teníamos dos grandes categorías de asuntos: asuntos de la persona y asuntos de las cosas en sí. Como en la mayoría de los asuntos serios de aquella época, todos los negocios pertinentes se llevaban a cabo en latín. Teníamos asuntos in personam, y asuntos in res.

Los asuntos in personam, en términos generales, tenían que ver con los individuos y su propiedad. Si te doy un puñetazo en la nariz, eso sería un asunto in personam. Si te robara tu cabra, también sería un asunto in personam, porque es tu cabra, ves.

¿Pero qué pasa si quemo la casa en la que vives? No es tu casa. La casa pertenece a tu señor; tú sólo eres un inquilino allí. Así que no puede ser un asunto de la persona. Tiene que ser algo diferente, un asunto in res. Un asunto de la cosa en sí.

Después de mil años, más o menos, y aquí estamos. Seguimos considerando que la tierra y las cosas adheridas a la tierra (como las casas) son de por sí. Los llamamos bienes inmuebles porque ese término es un descendiente directo etimológico del latín res, del latín tardío realis, del francés reel y del inglés temprano real.