Una vez leí una historia sobre un hombre que en un momento de embriaguez decidió conducir su coche a toda velocidad por la autopista. Como ya te habrás imaginado, la cosa no salió bien.
Chocó su coche, y aunque salió ileso, su mejor amigo sufrió una grave lesión en la médula espinal y quedó confinado permanentemente a una silla de ruedas. Tras pasar un año en la cárcel y un par de meses en rehabilitación, se reincorporó a la sociedad como un hombre cambiado, sobrio y reformado, pero todavía atormentado por su pasado y sus acciones.

Se sentía inmensamente culpable por el estado de su amigo y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para expresar sus sinceras disculpas. Pero su mejor amigo no quería hablar con él; de hecho, ya no era bienvenido en la casa en la que había pasado innumerables fiestas de pijamas desde que tenía tres años.

Empezó a tener noches de insomnio en el momento en que su culpa se convirtió en depresión. Pensó que la única manera de encontrar una apariencia de paz sería cuando escuchara las palabras «te perdono».
Pronto la depresión se convirtió en un deseo persistente de volver a beber. Su padrino, al escuchar su historia le dio un consejo que creo que es la razón por la que esta historia se ha quedado conmigo todos estos años.

Dijo: «No importa si te perdona o no. Ese es su camino. Tu trabajo es hacerle saber cuánto lo sientes de verdad».
Como seres humanos, está en nuestra naturaleza esperar el perdón de las personas a las que herimos porque pensamos que es la única forma en que se nos permite seguir adelante con nuestras vidas y abrazar nuestro propio perdón.

Este es un mensaje falso. Se te permite aprender de tus errores y crecer como persona. El pasado ya no existe y lo único que verdaderamente importa son tus acciones para seguir adelante.

Cuando seas capaz de aceptar esto, te darás cuenta de tres cosas:

1. No puedes obligar a nadie a perdonarte.
2. No puedes hacer que alguien supere el pasado.
3. No puedes decirle a alguien cuándo debe sanar.

Sé que esto es algo difícil de leer porque ese sentimiento de impotencia se hace más grande a cada segundo, pero estos son hechos que tienes que aceptar.
Así que la verdadera pregunta es, ¿qué debes hacer cuando alguien no te perdona?
La respuesta es bastante simple: hazle saber lo arrepentido que estás de todos modos, y deja que la sinceridad en tus disculpas sea visible en tus acciones. Aprende de tus errores pasados, deja que moldeen tu futuro pero no dejes que te definan.

Cada uno lidia con el dolor y la herida a su manera. Para algunos el perdón tarda más, y para otros, no llega nunca. La forma en que alguien responda a tus disculpas no lo hace terrible, lo hace humano, un humano muy herido.

Tu trabajo no es exigir su perdón, sino hacerle saber que, independientemente de su decisión, sigues lamentando de verdad todo lo sucedido.