Los filósofos han pasado muchos siglos buscando el significado de la vida, pero en las últimas décadas los biólogos celulares se han sentido aún más fascinados por el significado de la muerte. La apoptosis describe el colapso orquestado de una célula, caracterizado por el sangrado de la membrana, el encogimiento celular, la condensación de la cromatina y la fragmentación del ADN, seguidos de una rápida absorción del cadáver por las células vecinas. Se distingue de la muerte por necrosis por la ausencia de una respuesta inflamatoria asociada. Estas observaciones fueron realizadas por Kerr et al. ya en 1972,1 pero su importancia se subestimó durante muchos años. Hoy, sin embargo, la apoptosis está implicada en procesos biológicos que van desde la embriogénesis hasta el envejecimiento, desde la homeostasis normal de los tejidos hasta muchas enfermedades humanas, y se ha convertido en uno de los campos más candentes de la investigación biomédica.