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¿Por qué se marea al girar?

La naturaleza aborrece el cambio. El principio de inercia, una de las leyes más fundamentales de la física, sostiene que los objetos se resisten a los cambios en su estado de movimiento: Si un objeto está en reposo, permanecerá así hasta que algo lo obligue a moverse, y si está en movimiento, seguirá moviéndose hasta que se detenga. Por eso los giros provocan mareos.

En la estructura laberíntica del oído interno, hay tres «canales semicirculares» dispuestos en ángulo recto entre sí, de modo que cada uno detecta el movimiento de la cabeza a lo largo de un eje diferente, y los tres colaboran para orientarnos en el espacio tridimensional. Los canales están llenos de un líquido que se agita con el movimiento. Los oídos perciben el movimiento detectando la forma en que las diminutas hebras de pelo que recubren los canales se agitan de un lado a otro en este líquido en movimiento, como las plantas acuáticas que se balancean en la corriente de un río.

Las hebras, llamadas células ciliadas, están suspendidas en una sustancia gelatinosa llamada cúpula, situada debajo de un líquido llamado endolinfa. Cuando se sacude la cabeza, la endolinfa se desplaza en una dirección u otra a través de cada canal, arrastrando la cúpula, más lenta, y doblando las células ciliadas incrustadas de un lado a otro. La información sobre la dirección en la que se mueven las células ciliadas en cada momento se transmite al cerebro a través de unas 20.000 fibras nerviosas y el cerebro la interpreta como movimiento.

Ahora bien, cuando se gira en círculo, la inercia hace que la endolinfa se mueva inicialmente en la dirección opuesta al movimiento de la cabeza. Se resiste al movimiento de tu cabeza, arrastrando la cúpula hacia atrás con ella y haciendo así que los pelos sensoriales suspendidos dentro de la cúpula se doblen en contra de la dirección en la que estás girando. Sin embargo, en unos instantes, la endolinfa (y, por tanto, la cúpula más gelatinosa) se adapta al movimiento de la cabeza y empieza a seguir la corriente. Esto hace que las células ciliadas se enderecen, y tu cerebro ya no recibe el mensaje de que estás girando. Tu percepción se ha normalizado a la rotación de tu cabeza, dándote la sensación de que estás quieto y que el mundo gira a tu alrededor.

Entonces, de repente, ¡te paras!

Has detenido la rotación de tus canales semicirculares. Pero debido a la inercia, la endolinfa sigue girando, resistiéndose al cambio una vez más. Como el fluido sigue moviéndose, vuelve a desviar la cúpula -esta vez en la dirección en la que estabas girando momentos antes- y como la cúpula rezumante dobla esas células ciliadas, se transmite una señal de movimiento al cerebro. Uno siente que se está moviendo, pero no lo hace. Y eso es el mareo.

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