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Por qué la gente necesita rituales, especialmente en tiempos de incertidumbre

En respuesta a la pandemia de coronavirus, la mayoría de las universidades estadounidenses han suspendido todas las actividades del campus. Al igual que millones de personas en todo el mundo, la vida de los estudiantes de todo Estados Unidos ha cambiado de la noche a la mañana.

Cuando me reuní con mis alumnos para la que iba a ser nuestra última reunión en clase del curso académico, les expliqué la situación y les pregunté si tenían alguna pregunta. Lo primero que querían saber mis alumnos era: «¿Podremos tener una ceremonia de graduación?»

El hecho de que la respuesta fuera negativa fue la noticia más decepcionante para ellos.

Como antropóloga que estudia los rituales, escuchar esa pregunta de tantos estudiantes no me sorprendió. Los momentos más importantes de nuestras vidas, desde los cumpleaños y las bodas hasta las graduaciones universitarias y las tradiciones navideñas, están marcados por la ceremonia.

Los rituales aportan significado y hacen que esas experiencias sean memorables.

El ritual como respuesta a la ansiedad

Los antropólogos llevan mucho tiempo observando que las personas de todas las culturas tienden a realizar más rituales en momentos de incertidumbre. Los acontecimientos estresantes, como las guerras, las amenazas ambientales y la inseguridad material, suelen estar relacionados con picos de actividad ritual.

En un estudio de laboratorio realizado en 2015, mis colegas y yo descubrimos que, en condiciones de estrés, el comportamiento de las personas tiende a volverse más rígido y repetitivo; en otras palabras, más ritualizado.

La razón detrás de esta propensión radica en nuestra composición cognitiva. Nuestro cerebro está programado para hacer predicciones sobre el estado del mundo. Utiliza los conocimientos del pasado para dar sentido a las situaciones actuales. Pero cuando todo lo que nos rodea está cambiando, la capacidad de hacer predicciones es limitada. Esto hace que muchos de nosotros experimentemos ansiedad.

Ahí es donde entran los rituales.

Los rituales están muy estructurados. Requieren rigidez y deben realizarse siempre de la manera «correcta». E implican la repetición: Las mismas acciones se realizan una y otra vez. En otras palabras, son predecibles.

Así que, aunque no tengan una influencia directa sobre el mundo físico, los rituales proporcionan una sensación de control al imponer un orden en el caos de la vida cotidiana.

Poco importa que esta sensación de control sea ilusoria. Lo que importa es que es una forma eficaz de aliviar la ansiedad.

Esto es lo que encontramos en dos estudios que se publicarán próximamente. En Mauricio, vimos que los hindúes experimentaban una menor ansiedad después de realizar rituales en el templo, que medimos utilizando monitores de frecuencia cardíaca. Y en Estados Unidos, descubrimos que los estudiantes judíos que asistían a más rituales en grupo tenían niveles más bajos de la hormona del estrés cortisol.

Los rituales proporcionan conexión

Los rituales colectivos requieren coordinación. Cuando las personas se reúnen para llevar a cabo una ceremonia de grupo, pueden vestirse igual, moverse en sincronía o cantar al unísono. Y al actuar como uno, se sienten como uno.

Cuando las personas se reúnen para un ritual, crean más confianza entre ellas. Neal Schneider

De hecho, mis colegas y yo descubrimos que el movimiento coordinado hace que las personas confíen más en los demás, e incluso aumenta la liberación de neurotransmisores asociados a los vínculos afectivos.

Al alinear el comportamiento y crear experiencias compartidas, los rituales forjan un sentido de pertenencia e identidad común que transforma a los individuos en comunidades cohesionadas. Como demuestran los experimentos de campo, participar en rituales colectivos aumenta la generosidad e incluso hace que el ritmo cardíaco de las personas se sincronice.

Herramientas para la resiliencia

No es de extrañar, pues, que personas de todo el mundo respondan a la crisis del coronavirus creando nuevos rituales.

Algunos de esos rituales pretenden proporcionar un sentido de estructura y recuperar la sensación de control. Por ejemplo, el comediante Jimmy Kimmel y su esposa animaron a los que estaban en cuarentena a celebrar los viernes formales, vistiéndose para la cena aunque estuvieran solos.

Otros han encontrado nuevas formas de celebrar rituales ancestrales. Cuando la Oficina de Matrimonios de la ciudad de Nueva York cerró debido a la pandemia, una pareja de Manhattan decidió contraer matrimonio bajo la ventana del cuarto piso de su amigo ordenado, que ofició la ceremonia desde una distancia segura.

Mientras que algunos rituales celebran nuevos comienzos, otros sirven para dar un cierre. Para evitar la propagación de la enfermedad, las familias de las víctimas del coronavirus están celebrando funerales virtuales. En otros casos, los pastores han administrado la extremaunción por teléfono.

La gente está ideando una serie de rituales para mantener un sentido más amplio de la conexión humana. En varias ciudades europeas, la gente ha empezado a salir a sus balcones a la misma hora todos los días para aplaudir a los trabajadores sanitarios por su incansable servicio.

Las personas en Roma se reúnen en sus balcones a ciertas horas, para darse un aplauso. AP Photo/Alessandra Tarantino

En Mallorca, España, los policías locales se reunieron para cantar y bailar en las calles para la gente encerrada. Y en San Bernardino, California, un grupo de estudiantes de secundaria sincronizaron sus voces a distancia para formar un coro virtual.

El ritual es una parte antigua e inextricable de la naturaleza humana. Y aunque puede adoptar muchas formas, sigue siendo una poderosa herramienta para promover la resiliencia y la solidaridad. En un mundo lleno de variables siempre cambiantes, el ritual es una constante muy necesaria.