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La flotabilidad fue descubierta por el matemático griego Arquímedes (c. 287-212 a.C.). La famosa historia cuenta que el rey de Siracusa, Hierón II (c. 306-c. 215 a.C.), pidió a Arquímedes que comprobara que su corona era de oro puro sin destruirla. Cuando Arquímedes entró en su baño, observó que el agua desbordaba la bañera. Se dio cuenta de que el volumen de agua que salía de la bañera tenía que ser igual al volumen de su propio cuerpo que estaba sumergido en la bañera. Gritando «Eureka», corrió por las calles de Siracusa anunciando que había encontrado un método para determinar si la corona del rey era de oro puro. Podía medir la cantidad de agua que desplazaba un bloque de oro puro del mismo peso que la corona. Si la corona era de oro puro, desplazaría la misma cantidad de agua que el bloque de oro. El principio de flotabilidad, también conocido como principio de Arquímedes, establece que la fuerza de flotación que actúa sobre un objeto colocado en un fluido es igual al peso del fluido desplazado por el objeto.