Por: Lydia Jarjoura

Hubo un tiempo, antes de nuestras madres y nuestras abuelas y quizás incluso de sus madres, en el que toda la vida y el tiempo se regían por el ciclo menstrual. Antes de la luz artificial, las dietas que alteran el sistema endocrino (alimentos procesados) y el auge de los anticonceptivos hormonales, la mayoría de las mujeres experimentaban su período junto a la Luna Nueva y ovulaban en la Luna Llena. Este ciclo es nuestra configuración por defecto y, hasta hace poco, es lo que controlaba nuestros ciclos de descanso, trabajo, creatividad y juego.

De hecho, la forma de la civilización de seguir el tiempo nació de los ritmos lunares del ciclo mensual de la mujer, o ciclo lunar. Los orígenes de la palabra Luna, provienen de la palabra mes y menstruación tanto en inglés antiguo como en griego. De ahí se derivan las palabras mes, menstruación, menarca, y muchas más palabras con «me»: medir. El Calendario Lunar es lo que está innatamente dentro de cada una de nosotras y, como mujeres, muchas estamos empezando a recordar este ciclo, y a alinear nuestras vidas con él.

El ciclo de la mujer no sólo refleja las fases de la Luna, sino también las cuatro estaciones. La primera estación, o fase, es el invierno. Es la fase de la Luna Nueva, cuando el cielo es negro y la Luna está oscura. Al igual que el invierno, cuando una mujer experimenta su fase de Luna Nueva, está retraída. Esto es típicamente cuando una mujer sangra; su energía física es baja, pero su creatividad puede alcanzar las estrellas. Durante su fase de Luna Nueva, hay poca distinción entre la intuición y la lógica. El velo se diluye entre el mundo espiritual y el terrenal.