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La preocupación es un desperdicio de tu inteligencia

Por Homaira Kabir

¿Cuántas veces has dicho algo y al instante has deseado poder retractarte? Quizá has hablado demasiado pronto. Tal vez no te salió bien. Tal vez fue la expresión en la cara de la otra persona la que te hizo arrepentirte de lo que salió de tu boca.

¿Cuántas veces no dijiste lo que necesitabas, sólo para repetir la conversación que podría haber sido? El amor que podrías haber mostrado. La conversación audaz que podrías haber tenido. Y todo lo que te queda es la agonía del «si sólo».

«Si sólo hubiera hablado».

«Si sólo me hubiera quedado callado».

«Si sólo lo hubiera dicho de otra manera».

Estos remordimientos irrumpen implacablemente en tu espacio mental y te dejan sintiéndote peor contigo mismo cada vez.

Todos hemos estado ahí. He perdido la cuenta del número de veces que me he alejado de una interacción, convencida de que no había ido bien y deseando desesperadamente que hubiera sido diferente. Hace algunos años, me atascaba en este diálogo interno y me reprendía por lo que debería haber hecho y no hice, un mensaje subyacente de ineptitud que rara vez conducía a un pensamiento claro.

Lo que sí conducía eran comportamientos reservados con los que rara vez me sentía bien. Buscar la tarrina de helado, hurgar en los armarios de la cocina en busca de comida reconfortante, evitar el contacto visual con las mismas personas que podrían haberme ayudado a ver la luz. Había una vergüenza subyacente que acompañaba a mis «errores», reales o percibidos, y la única salida era subir el listón aún más. Intentos desesperados de agradar o probarme a mí mismo de otras maneras. Vigilancia constante de las críticas o la desaprobación.

Al final, todos los caminos conducían al fracaso.

Desde hace muchos años, he investigado el constructo psicológico de la autoestima y he desarrollado un proceso de tres pasos que puede ayudarnos a crecer a través de un encuentro negativo en lugar de cerrarnos en la vergüenza o la culpa por ello.

Paso 1: Afrontar la emoción con compasión

La autocompasión ayuda a calmar los sentimientos de vergüenza e inadecuación porque habla el lenguaje de la emoción. Piensa en ella como un padre cariñoso y receptivo que sostiene a su hijo emocional en un cálido abrazo y lo escucha sin juzgarlo. Muchas personas no saben cómo decirse una palabra amable a sí mismas porque no recuerdan que les hayan hablado así. Muchos otros creen que ser amables consigo mismos cuando han dicho algo que no debían o han hecho el ridículo simplemente les dará permiso para repetir los mismos errores. Nada más lejos de la realidad. Las investigaciones de la Fundación Mente Compasiva demuestran que cuando te hablas a ti mismo con amabilidad y comprensión, en realidad construyes el valor y la conciencia para tomar medidas correctivas cuando sea necesario.

Práctica: Respira en las emociones con comprensión y háblate a ti mismo con amabilidad. Puede que al principio no te parezca auténtico, pero la práctica es la clave.

Paso 2: Escucha el mensaje de una emoción con curiosidad

Las emociones son mensajeras del mundo interior. Adormecerlas, embotellarlas o distraernos no las hace desaparecer. Emprender conductas de complacencia o perfeccionamiento puede librarnos de parte de la ansiedad o la culpa, pero nos hace más vulnerables a situaciones similares a lo largo del tiempo. La manera de mostrarnos como nuestro mejor yo es escuchar el mensaje que la emoción está tratando de transmitir. Puedes darte cuenta de que el mensaje se basa en miedos pasados o en predicciones catastróficas del futuro. Puede que te des cuenta de que te está recordando algo importante que está alineado con tus valores. Incluso puedes darte cuenta de que hay toda una serie de mensajes, porque rara vez sentimos una sola emoción a la vez. Si es así, identifica la que te causa más angustia y empieza por ella. Puedes abordar las demás en secuencia si lo necesitas.

Práctica: Toma distancia de tu emoción y escucha el mensaje que intenta transmitir. Di: «Te veo, vergüenza. ¿Cómo puedo ayudarte?»

Paso 3: Decide la acción correcta

Ahora que has navegado por la(s) emoción(es) con compasión y curiosidad, estás listo para decidir qué es lo correcto. A diferencia de la acción que se basa en el miedo o la vergüenza, la acción consciente es pro-social por naturaleza porque está alineada con tus valores y conduce a sentimientos de bondad y dominio, ambos esenciales para la auténtica autoestima. Puede que te des cuenta de que puedes dejar de lado el pensamiento y seguir adelante. Puede que te des cuenta de que necesitas reunirte con la otra persona para aclarar lo que has dicho, o para disculparte. Puede que se dé cuenta de que no fue tan malo como imaginaba, pero que practicará las conversaciones importantes para que su entrega sea más impactante en el futuro. O puede darse cuenta de que la conversación que ha estado evitando le está perjudicando a usted o a su relación y que necesita fijar un momento y un lugar para tenerla pronto.

Practique: Pregúntate: «¿Qué haría la mejor versión de mí en este momento?». Comprueba contigo mismo si la acción está alineada con quien quieres ser. Y luego actúa en consecuencia.

La próxima vez que te arrepientas de algo que dijiste, o que no llegaste a decir, escucha las rabietas del miedo o la vergüenza con compasión y curiosidad, pero actúa con la sabiduría silenciosa del padre amoroso que vive dentro de ti.

Homaira Kabir es una reconocida coach de psicología positiva e investigadora de la autoestima femenina. Comprueba tu auténtica autoestima en su página web con su breve cuestionario basado en pruebas.

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