En aquel día de «Pentecostés», el Espíritu Santo de Dios vino sobre los discípulos que esperaban orando, y que se habían reunido con otros en el aposento alto de Jerusalén. Su completa dedicación y compromiso con Cristo y su comisión, evocó un poderoso bautismo del poder de Dios. Este derramamiento se evidenció inicialmente al hablar en lenguas (Hechos 2:4). El Espíritu residió en sus vidas desde ese momento, ya que fueron testigos de muchos acontecimientos milagrosos extraordinarios (Hechos 3:1-7; 4:31). Como resultado, fueron capaces de llevar vidas victoriosas como cristianos en Cristo como resultado de su experiencia pentecostal.

Es importante notar que en el «Día de Pentecostés». Además del derramamiento del Espíritu Santo, hubo dos bautismos revelados. Hubo un bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas, y la proclamación del bautismo en agua en el nombre de Jesucristo por Pedro (Hechos 2:38). El bautismo del Espíritu Santo es a lo que Jesús se refirió como «nacer de nuevo» en Juan 3:3-7. El segundo bautismo, fue el cumplimiento de Mateo 28:19, donde Jesús les ordenó bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pentecostés es considerado por muchos como una denominación en algunas de las iglesias de hoy, pero más importante que eso, Pentecostés fue y es una experiencia de nuevo nacimiento. Tal como se aplica ahora, Pentecostés es el cristianismo de la iglesia primitiva hecho relevante para el mundo de hoy. Las personas que se refieren a sí mismas como pentecostales, simplemente creen, enseñan, adoran y se regocijan como todo comenzó en la iglesia primitiva en el «Día de Pentecostés», el año 33 d.C. Ahora, casi dos mil años después, «Los pentecostales de Saraland» todavía abrazan estas verdades y experiencias cristianas básicas.