El Instituto para la Investigación de la Creación
¿Qué haremos cuando lleguemos al cielo? La eternidad es mucho tiempo. Por supuesto, disfrutaremos de una relación estrecha y personal con nuestro Creador/Redentor, agradeciéndole y alabándole por todo lo que es y ha hecho en nuestro favor, pero ¿habrá algún trabajo que hacer? Ciertamente, nos deleitaremos en renovar las relaciones con nuestros seres queridos y con los héroes de la fe que nos precedieron. ¿Cuántos años nos reservaremos para ello? ¿Pero qué pasará después? ¿Nos atrevemos a especular?
En muchos sentidos, el cielo reflejará la «muy buena» creación de Dios en el Edén. La realización de su plan completo para la tierra se ha retrasado pero no se ha frustrado. Incluso tendremos acceso al Árbol de la Vida y a sus delicias una vez más. «El ojo no ha visto, ni el oído ha oído, … las cosas que Dios ha preparado» (I Corintios 2:9). Por lo tanto, sólo podemos especular sobre las delicias del cielo al notar el carácter del Edén.
En cuanto al trabajo, notamos que a Adán se le dio trabajo para hacer. No era una carga, sino que era agradable y gratificante ver florecer el fruto de su trabajo en el cuidado del Jardín (Génesis 2:15). Era un trabajo responsable, pues Dios lo había nombrado administrador de su creación. No se nos dice qué habría resultado si Adán hubiera sido obediente, pero era el administrador de todo el planeta y potencialmente más allá. ¿Qué responsabilidad se nos dará en la eternidad? Las Escrituras sólo revelan que «sus siervos le servirán» (Apocalipsis 22:3) en el cielo y que aquel que haya sido «fiel en lo poco, yo te pondré al frente de lo mucho» (Mateo 25:23).
Los astrónomos saben ahora que el universo está repleto de miles de millones de hermosas galaxias nunca antes vistas, y nos preguntamos por qué Dios las creó. Nunca antes los humanos habían tenido conocimiento de ellas. Hay muchas más galaxias que personas han nacido. ¿Cuál es su propósito y cuál es su futuro? Permítanme especular.
En un maravilloso pasaje sobre las glorias del cielo se nos dice que ya estamos sentados en «lugares celestiales» (Efesios 2:6) declarados positivamente justos a Sus ojos, y capaces de recibir Su favor y participar en Su plan para las edades. ¿Podría esto tener también un significado físico?
¿Ha creado Dios este inmenso universo como nuestro «Jardín» para la eternidad? ¿Tendremos acceso a las estrellas? El mismo pasaje enseña que «en los siglos venideros podría mostrar las excesivas riquezas de su gracia en su bondad hacia nosotros por medio de Cristo Jesús» (v.7). Tal vez nos asigne una galaxia a cada uno de nosotros, con la gratificante labor de desarrollarla para su gloria. Siempre seremos bienvenidos en su omnipresencia, experimentando una comunión ininterrumpida por el pecado o la distancia. Pero tal vez Él espere un informe ocasional sobre el progreso de nuestra galaxia. Al igual que Adán debía «cuidar» el jardín, nosotros podemos tener el privilegio de explorar y mostrar su obra estelar y visitar los «jardines» de los demás, todo ello en comunión con Él y dándole crédito por su majestuosidad creativa. Tendremos una eternidad de tiempo para explorar el espacio aparentemente infinito, dándole gloria en todo y complaciéndolo con un servicio fiel. En cualquier caso, podemos soñar.