Articles

Blog de Sociología Cotidiana

A riesgo de simplificar demasiado, me gustaría proponer que hay un patrón que caracteriza a la mayoría, si no a todos, de estos inquietantes problemas: Todos ellos provienen de una orientación dualista. Lo que quiero decir con esta frase es una mentalidad que concibe un mundo de tú contra mí, nosotros contra ellos, el yo contra el otro. Una orientación dualista es aquella que se centra en nuestras diferencias en lugar de en nuestras similitudes, promueve divisiones arbitrarias a expensas de la cohesión social, descuida nuestra interdependencia alimentando nuestro sentido de independencia y configura un mundo profundamente polarizado en el que si no estás con nosotros (o no eres como nosotros) entonces estás contra nosotros (y por lo tanto, nosotros estamos contra ti).

Podemos analizar casi cualquier problema social -el racismo, el sexismo, la pobreza, la homofobia, el capacitismo, el acoso escolar, el terrorismo, la violencia doméstica, el tráfico de personas, la esclavitud, el fundamentalismo religioso- y, en el fondo, hay una orientación dualista. En todos estos casos, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia, la razón subyacente por la que un grupo de personas ha optado por explotar, oprimir y dañar a otro grupo de personas ha sido el énfasis exagerado en sus diferencias. Y esta orientación dualista no sólo se da entre personas. La Tierra está al borde del desastre medioambiental porque los seres humanos (al menos los que están en el poder durante la era moderna) han establecido distinciones muy marcadas entre el mundo humano y el no humano.

Desde una perspectiva sociológica, esta orientación dualista es algo paradójica. Por un lado, algunos sociólogos han teorizado sobre esta orientación y los problemas sociales que puede crear. En lugar del término dualismo, los sociólogos suelen utilizar los conceptos de «alteridad», «hacer la diferencia» y «grupos internos y externos». Estos conceptos son similares a la orientación dualista en el sentido de que describen un proceso por el cual un grupo de personas es degradado y visto como inferior por otro grupo.

Por otra parte, muchos de los conceptos analíticos que utilizamos en sociología reflejan esta orientación dualista en la que el mundo se divide en dos campos opuestos: femenino/masculino; no blanco/blanco; ricos/pobres; jóvenes/viejos; teóricos del conflicto/funcionalistas; naciones desarrolladas/naciones menos desarrolladas; oprimidos/opresores; industrializados/no industrializados; occidentales/no occidentales, etc. Analizar el mundo social en tales términos dualistas es claramente un paradigma dominante en el campo; sin embargo, no puedo evitar preguntarme si estamos condonando y reforzando involuntariamente este pensamiento dualista al utilizarlo en nuestro razonamiento sociológico.

Para algunos, esta forma de socioanálisis dualista puede parecer inofensiva; después de todo, ¿no estamos simplemente describiendo el mundo tal como es? No exactamente. El mundo es ciertamente un lío de divisiones creadas socialmente. Y aunque estas diferencias parezcan reales, y tengan efectos muy reales, no debemos olvidar que son efectivamente creaciones sociales. ¿No parece algo irónico que hayamos construido marcos analíticos que obstruyen nuestra capacidad de ver estas dualidades como construidas socialmente? ¿No estamos apoyando, e incluso reificando, estas dualidades al emplearlas con tanta facilidad en nuestras explicaciones sociológicas?

El problema de utilizar estas dualidades para explicar nuestro jodido mundo va más allá: hace que parezca que estas dualidades son reales, innatas y naturales. Cuando hablamos de los problemas entre las mujeres y los hombres, las personas de color y los blancos, los cristianos y los musulmanes, o cualquiera de los otros numerosos dualismos que invocamos regularmente, estamos sugiriendo implícitamente (y a veces explícitamente) que estos dos grupos son esencialmente e inherentemente distintos, que en el núcleo de estos dos grupos hay alguna diferencia fundamental.

Alejarse de esta orientación dualista no es una tarea fácil. Incluso puede requerir un esfuerzo hercúleo en el pensamiento. Pero si vamos a aventurarnos al menos por este camino, tenemos que cuestionar y desafiar la forma en que describimos y dividimos el mundo de forma irreflexiva en campos dicotómicos y opuestos. Tanto en nuestras palabras como en nuestras acciones debemos construir alternativas reales a estas construcciones arbitrarias, enfatizar nuestras similitudes en lugar de nuestras diferencias, construir puentes en lugar de fronteras y reconocer que la interdependencia nos sostiene mientras que la independencia nos separa. En última instancia, el reto es ver a los demás como a nosotros. Cómo podemos hacerlo será el tema de mi próximo artículo. Estén atentos.