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¿Quién está en riesgo?

Las epidemias y pandemias pueden poner en aprietos a los sistemas de salud más sólidos, pero las personas con mayor riesgo son principalmente las que viven en la pobreza o en zonas de gran inestabilidad. En estas situaciones, las condiciones de vida son precarias, el acceso a la asistencia sanitaria dista mucho de estar garantizado para todos los que lo necesitan, y las vacunaciones rutinarias a menudo se interrumpen o tienen una cobertura reducida.

El resurgimiento de la difteria en los campos de refugiados de Bangladesh a finales de 2017 es un testimonio de la exclusión de los rohingya de la asistencia sanitaria mientras estaban en Myanmar. La mayoría de los rohingya no estaban vacunados contra ninguna enfermedad, ya que tenían un acceso muy limitado a la atención sanitaria rutinaria, incluidas las vacunas.

En los conflictos armados, la destrucción o el daño de las infraestructuras sanitarias, la interrupción de los programas de prevención de enfermedades y el debilitamiento de los sistemas de vigilancia, aumentan el riesgo de un brote grave.

El Yemen devastado por la guerra, donde el sistema sanitario está colapsado y muchos hospitales han sido bombardeados, se sumió en 2017 en una de las epidemias de cólera más graves y de mayor envergadura de la historia. Nuestros equipos trataron 101.475 casos. A finales de 2017, también surgió un brote de difteria -una enfermedad prevenible mediante la vacunación, olvidada desde hace tiempo-.

En la República Centroafricana, la cobertura de vacunación sistemática cayó en picado después de que la inestabilidad y la violencia azotaran el país en 2013. La tasa de cobertura de vacunación contra el sarampión y las infecciones neumocócicas cayó del 64% al 25% y del 51% al 20%, respectivamente. En respuesta, en 2016 organizamos una campaña de vacunación masiva con el Ministerio de Salud, en la que se vacunó a 220.000 niños menores de 5 años.

Las personas que viven en campamentos también pueden ser extremadamente vulnerables a los brotes, especialmente si hay hacinamiento y los servicios de agua y saneamiento son deficientes.

Por otra parte, la pandemia de COVID-19 ha demostrado que las personas socialmente excluidas, como los sin techo y los ancianos -incluso en los países más ricos del mundo- son vulnerables a la enfermedad, si viven cerca y sin medidas adecuadas de prevención y control de brotes.

Las personas que viven en refugios para personas sin hogar y refugiados en Francia y Bélgica han estado especialmente en riesgo, y los equipos de MSF han establecido alojamientos alternativos para estos grupos de personas con el coronavirus. Nuestros equipos también han respondido en residencias de ancianos, que se han visto muy afectadas, en España, Bélgica, Francia, República Checa, Estados Unidos y otros países, donde la falta de respuesta y de medidas por parte de los gobiernos ha dejado a los ancianos -ya de por sí de alto riesgo- expuestos y extremadamente vulnerables.