9 hábitos que conducen a decisiones terribles
Hace varios años se nos ocurrió una gran idea para una nueva oferta de desarrollo de liderazgo que pensamos que sería valiosa para todos. Teníamos investigaciones que demostraban que cuando las personas se embarcaban en un programa de autodesarrollo, su éxito aumentaba drásticamente cuando recibían un estímulo de seguimiento. Desarrollamos una aplicación informática para ofrecer ese tipo de estímulo. La gente podía introducir sus objetivos de desarrollo y el software les enviaba recordatorios cada semana o cada mes preguntándoles cómo iban, para motivarles a seguir adelante. Invertimos mucho tiempo y dinero en este producto.
Pero resultó que a la gente no le gustaba recibir los correos electrónicos y los encontraba más molestos que motivadores. Algunos de nuestros usuarios inventaron un nombre para este tipo de software. Lo llamaron «nagware». Ni que decir tiene que este producto nunca alcanzó el potencial que habíamos previsto. Pensar en las decisiones que habíamos tomado para crear este decepcionante resultado nos llevó a plantearnos la siguiente pregunta: «¿Qué es lo que hace que las personas bienintencionadas tomen malas decisiones?»
Algunas posibilidades nos vinieron inmediatamente a la mente: las personas toman malas decisiones cuando se encuentran bajo una gran presión de tiempo o cuando no tienen acceso a toda la información importante (a menos que estén explicando la decisión a su jefe, y entonces suele ser culpa de otra persona).
Pero queríamos una respuesta más objetiva. En un esfuerzo por comprender la raíz de la mala toma de decisiones, examinamos los datos de 360 comentarios de más de 50.000 líderes y comparamos el comportamiento de aquellos que se percibía que tomaban malas decisiones con el de las personas que se percibía que tomaban muy buenas decisiones. Hicimos un análisis factorial de los comportamientos que marcaban la mayor diferencia estadística entre los que tomaban las mejores y las peores decisiones. Nueve factores surgieron como las vías más comunes para tomar malas decisiones. Aquí están en orden de más a menos significativo.
- Pereza. Apareció como una falta de comprobación de los hechos, de toma de iniciativa, de confirmación de las suposiciones o de recopilación de información adicional. Básicamente, se percibía que estas personas eran descuidadas en su trabajo y no estaban dispuestas a esforzarse. Confiaban en la experiencia pasada y esperaban que los resultados fueran simplemente una extrapolación del pasado.
- No anticiparse a los acontecimientos inesperados. Es desalentador considerar constantemente la posibilidad de que se produzcan acontecimientos negativos en nuestras vidas, por lo que la mayoría de la gente asume que lo peor no ocurrirá. Por desgracia, las cosas malas ocurren con bastante frecuencia. La gente muere, se divorcia y tiene accidentes. Los mercados se desploman, los precios de la vivienda bajan y los amigos son poco fiables. Existen excelentes investigaciones que demuestran que si la gente se toma el tiempo de considerar lo que podría ir mal, en realidad es muy buena para anticiparse a los problemas. Pero muchas personas se entusiasman tanto con una decisión que están tomando que nunca se toman el tiempo necesario para hacer esa simple diligencia.
- La indecisión. En el otro extremo de la escala, cuando nos enfrentamos a una decisión compleja que se basa en datos que cambian constantemente, es fácil seguir estudiando los datos, pedir un informe más o realizar un análisis más antes de tomar una decisión. Cuando los informes y el análisis tardan mucho más de lo previsto, los responsables de la toma de decisiones se retrasan y se pierde la oportunidad. Hace falta valor para examinar los datos, considerar las consecuencias de forma responsable y seguir adelante. A menudo, la indecisión es peor que tomar una decisión equivocada. Los más paralizados por el miedo son los que creen que un solo error arruinará sus carreras y por eso evitan cualquier riesgo.
- Permanecer encerrado en el pasado. Algunas personas toman malas decisiones porque utilizan los mismos datos o procesos de siempre. Estas personas se acostumbran a los enfoques que funcionaron en el pasado y tienden a no buscar enfoques que funcionen mejor. Mejor que el diablo que conocen. Pero, con demasiada frecuencia, cuando una decisión está destinada a salir mal, es porque el viejo proceso se basa en supuestos que ya no son ciertos. Los malos responsables de la toma de decisiones no tienen en cuenta esas suposiciones de base a la hora de aplicar lo probado y verdadero.
- No tener una alineación estratégica. Las malas decisiones a veces se derivan de la falta de conexión del problema con la estrategia general. En ausencia de una estrategia clara que proporcione un contexto, muchas soluciones parecen tener sentido. Cuando se vinculan estrechamente a una estrategia clara, las mejores soluciones empiezan a subir rápidamente a la cima.
- Exceso de dependencia. Algunas decisiones nunca se toman porque una persona está esperando a otra, que a su vez está esperando la decisión o la aportación de otra persona. Los que toman decisiones eficaces encuentran la manera de actuar de forma independiente cuando es necesario.
- Aislamiento. Algunos de esos líderes están esperando una aportación porque no han tomado medidas para obtenerla de forma oportuna o no han establecido las relaciones que les permitirían recurrir a la experiencia de otras personas cuando lo necesiten. Toda nuestra investigación (y la de muchos otros) sobre la toma de decisiones eficaz reconoce que la participación de otras personas con los conocimientos, la experiencia y la pericia pertinentes mejora la calidad de la decisión. Esto no es una novedad. Así que la pregunta es por qué. A veces las personas carecen de las habilidades necesarias para acceder a la información correcta. Otras veces, hemos comprobado que la gente no involucra a otros porque quiere el crédito de una decisión. Desgraciadamente, también tienen que cargar con la culpa de las malas decisiones.
- Falta de profundidad técnica. Las organizaciones de hoy en día son muy complejas, e incluso los mejores líderes no tienen la suficiente profundidad técnica para entender completamente los asuntos multifacéticos. Pero cuando los responsables de la toma de decisiones se basan en los conocimientos y la experiencia de otros sin ninguna perspectiva propia, les resulta difícil integrar esa información para tomar decisiones eficaces. Y cuando carecen incluso de conocimientos y experiencia básicos, no tienen forma de saber si una decisión es brillante o terrible. Seguimos comprobando que los mejores ejecutivos tienen una gran experiencia. Y cuando todavía no tienen la profundidad técnica necesaria para comprender las implicaciones de las decisiones a las que se enfrentan, se encargan de encontrar el talento que necesitan para ayudarles.
- No comunicar el qué, el dónde, el cuándo y el cómo asociados a sus decisiones. Algunas buenas decisiones se convierten en malas porque la gente no las entiende -o ni siquiera las conoce-. Comunicar una decisión, su lógica y sus implicaciones, es fundamental para el éxito de su aplicación.
Esperar demasiado tiempo las aportaciones de los demás. No obtener la información correcta en el momento adecuado. No entender esa aportación por falta de habilidades. No entender cuándo algo que ha funcionado en el pasado no va a funcionar ahora. No saber cuándo tomar una decisión sin tener toda la información necesaria y cuándo esperar a recibir más consejos. No es de extrañar que la gente buena tome malas decisiones. El camino hacia una buena toma de decisiones es estrecho, y está lejos de ser recto. Pero tener en cuenta los escollos puede convertir a cualquier líder en un tomador de decisiones más eficaz.