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6 razones para rezar con los ojos abiertos

Doblar las manos, cerrar los ojos y rezar. Así es como se hace, ¿verdad? Después de todo, tal vez has estado en el mismo tipo de servicios de adoración que yo, cuando el llamado al altar comienza y el predicador entona: «Ahora, con cada cabeza inclinada y los ojos cerrados…»

Pero hay mil maneras de rezar y rezar con los ojos cerrados es una de ellas. Ignacio de Loyola (en sus Ejercicios Espirituales) y Teresa de Ávila (en El Castillo Interior) sugerían que al orar con los ojos cerrados, «los sentidos y el entorno exterior… pierden su dominio», y el alma logra una mayor concentración en la presencia de Dios y en la oración que se ofrece.

Interesantemente, sin embargo, la Biblia no menciona rezar con los ojos cerrados. En privado, sí. De pie, inclinándose y arrodillándose, sí. Pero no se exige que cerremos los ojos. De hecho, hay momentos en los que puede ser mejor orar con los ojos abiertos, incluso muy abiertos. He aquí algunas:

1. Cuando se camina o se reza (obviamente). En esos momentos, mantener los ojos abiertos puede evitar lesiones corporales.

2. Al ofrecer alabanzas, especialmente cuando están relacionadas con la Creación. Una vista inspiradora o un águila que se eleva puede suscitar oraciones que son más ricas con los ojos abiertos.

3. Al bendecir a alguien. Una de mis oraciones pastorales favoritas ha sido la ofrecida mientras miraba a los ojos a un candidato al bautismo o a un niño que iba a ser dedicado.

4. Al rezar por los desconocidos y los transeúntes. En su libro clásico sobre la oración, Prayer: The Mightiest Force in the World, Frank Laubach describió haber rezado anónimamente por extraños en un tren y, a menudo, haber visto que la persona miraba a su alrededor como si la oración se hubiera sentido. Y tal vez así fue.

5. Al presenciar el sufrimiento o la injusticia. Por muy tentador que sea apartarse de las vistas difíciles, a veces es mejor ser testigo mientras rezamos.

6. En cualquier momento. Al igual que no hay ningún momento en el que la oración sea inapropiada, no hay ninguna situación que requiera rezar con los ojos cerrados, y muchas veces mantener los ojos bien abiertos puede hacer que nuestras oraciones sean más agudas y poderosas.